Que el mundo esté como está hoy no es por culpa de los más jóvenes. El mundo de hoy es el resultado de lo que han hecho los adultos; no importa cuando leas esto.

Cada generación más joven ha tenido que aguantarse las «lecciones» de la generación anterior. Nuestros abuelos no concebían que nuestros padres pasaran todo el día jugando pelota. Para ellos, sus hijos debían estar arando el campo o haciendo cualquier otra cosa que nuestros bisabuelos les ordenaban hacer a ellos.

Para nuestros padres, nosotros debíamos estar haciendo ejercicios de matemática con lápiz y papel, en lugar de estar aprendiendo a usar una computadora, explorando esa cosa nueva llamada «internet» o usando esa otra llamada «teléfono celular». Para nosotros (si ya tienes hijos), nuestros hijos deberían estar yendo a la escuela, a la universidad o socializando, en lugar de «perder todo el día en la laptop con videojuegos» o en el celular con Instagram y TikTok.

Cada generación anterior se ha sentido moral e intelectualmente «superior» a la que viene. Se ha exacerbado una especie de «guerra de generaciones», en la que los más jóvenes son «los idiotas», los adultos son «los sabios» y «el mundo está así por esta juventud estúpida y desorientada».

Nada más alejado de la realidad, que esa idea.

La guerra de generaciones

Para empezar, la guerra de generaciones, al igual que la guerra de los sexos y de los «géneros», es otro de los logros del comunismo. El famoso «divide y vencerás» no es juego y los comunistas saben muy bien que la institución que deben destruir en esta era -para poder alcanzar sus objetivos de dominación del mundo- es: la familia.

Con la guerra de los sexos han querido promover el odio entre sexos opuestos. «La dominación del hombre sobre la mujer» y este «mundo machista en el que vivimos» ha sido las armas de esta guerra, con las cuales buscan que las dos entidades humanas que forman a una familia -el hombre y la mujer- no se entiendan, de hecho, se odien.

Con la guerra de los géneros han querido pervertir la mente de los más jóvenes, convenciéndolos de que «pueden ser del género que quieran ser». Que si tienen sexo irresponsable y sin protección, pueden abortar «la misión» cuando les dé la gana, porque «es su cuerpo». Que pueden formar nuevos grupos sociales en un «todos contra todos», una especie de «orgía de géneros» y llamarlas «familia». Y que -más delicado aún- generen una especie de odio hacia el acto de procrear, de traer hijos al mundo, porque «yo vine fue a divertirme en mis orgías y me siento un ratón no binario».

Ahora, con la guerra de generaciones, el objetivo es el mismo: la destrucción de la familia. Al hacer que los sexos opuestos se odien, que cada quien se crea del «género» que le da la gana, que desprecien la idea de ser mamá o papá y que los más jóvenes odien a los más adultos -y viceversa- estos maquiavélicos comunistas avanzan en la aniquilación de los valores occidentales.

La guerra de generaciones es un instrumento comunista que busca destruir la familia.

¿De quién es culpa el mundo actual?

Quizás la palabra «culpa» sea la incorrecta, pues lo que vemos y vivimos hoy es el resultado de decisiones y acciones que se tomaron en el pasado.

Los más adultos acusan a los más jóvenes, alegando que «esta juventud está perdida» y por eso «este mundo está como está». En países donde las cosas no van bien -casi toda Latinoamérica, por ejemplo- llegamos a escuchar argumentos como «si esta es la juventud, entonces no tenemos futuro», o «con esta juventud no vamos a salir del problema en el que estamos»; los más adultos afirman esto como demostración de que viven en una permanente fase de negación o de no aceptación por sus propias metidas de pata, que bastantes han sido.

Para empezar, los jóvenes de hoy están siendo formados y educados por los adultos. Aun cuando usted no sea quien esté -formalmente- educando a su hijo, porque un influencer, un YouTuber, un TikTokero o un Instagramer lo esté haciendo por usted, esta juventud es el resultado de lo que los adultos han decidido enseñarles, o dejado de enseñar. Es decir, los jóvenes hoy son como son por el trabajo que usted ha hecho -o dejado de hacer- como padre o madre.

Pero más absurdo aún es escuchar a los más adultos decir que «el mundo está como está por los jóvenes». ¿Quiénes son los que han elegido políticos corruptos para gobernar nuestros países? ¿Quiénes son los que han condenado a los más jóvenes a vivir esta clase de miseria colectiva que se vive casi a nivel mundial? Con la excepción de los países capitalistas y más libres, el resto de las sociedades conformadas en países dan lástima y todo ha sido culpa de las decisiones que los adultos han tomado, porque los más jóvenes ni siquiera pueden votar aún.

¿Quiénes son los que a finales del siglo XX se romantizaron por el comunismo y se acostaron con cuanto comunista llegó a nuestros países a promover «la igualdad» y la «justicia social»? ¿Los millennials? ¿Los centennials? No, fueron las generaciones anteriores a estas; los más adultos son los responsables de lo que se vive hoy.

Si queremos que los jóvenes de hoy no metan la pata como lo hicieron los jóvenes de ayer al convertirse en adultos, entonces hay que detener esta guerra entre generaciones y empezar a reconocer e intercambiar lo bueno de cada una. De otra forma, el comunismo será el único ganador.

La señora conclusión

Es importante que la próxima vez que usted esté envuelto en una guerra entre generaciones, con argumentos como «es culpa de este o aquel», reflexione sobre estas preguntas. ¿A qué generación pertenezco? ¿De qué soy responsable? ¿Qué puedo hacer para cambiarlo?

Por suerte, la mayoría de las veces tenemos la oportunidad de corregir lo que se hace mal, aunque no vayamos a ver los resultados inmediatamente. El mundo nos premia con «segundas oportunidades», pero hay que ser lo suficientemente inteligentes como para verlas y no dejarlas pasar.

Los adultos de hoy son quienes forman a los adultos del mañana, es decir, a los jóvenes. ¿Vamos a seguir dejando que otros determinen el destino de nuestra herencia, de nuestro legado?

¡No seamos tontos!