El profesor Olavo de Carvalho escribió dos artículos de opinión titulados Psicologia do fanatismo
y Ainda o fanatismo (publicados en el diario Jornal da tarde en fechas 21.11.2002 y 5.12.2002 respectivamente). Los he encontrado en el libro “Olavo de Carvalho: O mínimo que você precisa saber para não ser um idiota” (2019. Editora Record. 37° edición). En estos textos aprendí a cómo identificar un fanático fácilmente. En este artículo me propongo hacer un esfuerzo para compartir con ustedes este valioso conocimiento.
En el primer artículo, el profesor toma como referencia al neurólogo y psiquiatra austríaco Viktor Frankl en su descripción del fanatismo mediante dos rasgos esenciales: la absorción de la individualidad en la ideología colectiva y el desprecio por la individualidad ajena.
Dice que la individualidad es lo que hace que un ser humano sea único e irrepetible mediante la mezcla particular de elementos que así lo permiten. Todas las personas por lo tanto son diferentes y por ello no todas pueden ser medidas o evaluadas de la misma manera. Mientras más diferentes son las personas, más hay que esforzarse en comprender la singularidad de la combinación de esos factores que hacen que cada persona sea única. Por eso afirma que los científicos sociales han construido múltiples categorías como intento de estandarización de los seres humanos y de esto se valen los mediocres que insisten en forzar a la humanidad a clasificarla en estas camisas de fuerza.
El profesor Olavo recuerda que “Antonio Gramsci limitaba el papel de los seres humanos al de agentes o pacientes de la lucha de clases – excluyendo a los incatalogables como aberraciones o como residuos arqueológicos de etapas anteriores a la lucha” (P137). Así el profesor describe de Gramsci su genialidad para la mediocridad y como “codificador del fanatismo”.
El profesor escribe que el fanatismo es compatible con la serenidad del habla y frecuentemente se le puede reconocer como con signos convincentes de moderación. Dice que en el sentido vulgar y mediocre de la palabra fanático se le puede comprender en una concepción “cuantitativa de exaltación frenética”, es por ello que argumenta que el verdadero fanático no necesita parecer eternamente irritado ya que la ideología colectiva lo afina y la utiliza entonces como su canal de expresión. El fanático piensa, actúa y siente con el partido en el que milita y “todo lo que en su ser escape de esa balanza no es importante y es enfermo”.
El profesor Olavo argumenta que ya pertenecer a un partido político dejó de ser la simple aprobación crítica y condicional que una persona con criterio autónomo daba a ciertas ideas políticas; ahora pertenecer a un partido se convirtió en un “factor estructurante” de la personalidad y su “esencia vivificadora” que sin ellas, la persona estaría existiendo a la deriva. El profesor resalta que antes la función nominadora estaba reservada a las familias, las profesiones o las religiones y que ahora eso es de los partidos. Hoy la gente se identifica como “fulanito de la MUD” o “menganito del PSUV”, identificaciones que ya tienen una carga significativa y predecible de la existencia -sólo por mencionar ejemplos comunes.
Esta renuncia de la individualidad para abrazarse a la ideología colectiva es el primer rasgo con el que tenemos que identificar a un fanático de la política, porque esa militancia le hace sentir integrado al mundo sintiéndose acompañado y familiarizado con el entorno. Esto arraiga fuertemente al fanático con la temporalidad a lo histórico: su rechazo al presente contra el que brama “otro mundo es posible”, queriendo decir precisamente, en palabras del profesor Olavo, “que se trata de este mismo mundo pero subyugado por su partido”.
Así se incapacita voluntariamente para percibir la individualidad ajena.
En el segundo artículo, el profesor Olavo comienza diciendo que la “estructura de la individualidad se manifiesta antes que todo como jerarquía de metas vitales, diversas en cada ser humano”. Esto quiere decir, que lo que puede ser una prioridad para uno, puede ser secundario para otro pero, cito, “todas las metas reflejan, de algún modo, algún valor universal que puede ser reconocido y apreciado por quien no las comparta”, es decir “no quiero para mí necesariamente lo que quieres para ti, pero reconozco que quererlo es bueno para ti”. El profesor indica que una misma persona puede, simultáneamente o de manera sucesiva, perseguir distintos objetivos y que cada uno de ellos demuestra en cada situación en la que intenta lograrlos, los mismos valores de base.
El profesor dice que para el fanático solamente hay un objetivo verdadero: el de su partido o cofradía. Otros objetivos carecen de valor y pasan a ser evaluados como buenos y malos de acuerdo a su cercanía o lejanía del objetivo verdadero y/o al uso político que puedan tener. ¿Ya comienza a identificar automáticamente a personajes de la vida pública venezolana que se comportan de esta manera?
El profesor Olavo argumenta que si uno insiste en reafirmar los criterios en los que uno cree independiente del uso político que tengan nuestras creencias, el fanático puede tomarte como irrelevante o catalogarte de enemigo. El fanático NO reconoce los objetivos vitales del otro como independientes porque debes pertenecer a su lucha o te conviertes en su enemigo. El fanático de ninguna manera puede aceptar esta independencia, porque es aceptar que su sacrosanto ideal se reduzca a cualquier otro simple ideal perseguido por cualquiera. De aquí que para el fanático sea imposible comprender al otro bajo sus términos fanáticos: tiene que traducir el ideal del otro en el código de su propio ideal, esto es, reducirlo al antagonismo amigo/enemigo del partido, juzgarlo en función de eso sin importar que quepa o no en ese molde mental prefabricado.
El profesor concluye que el fanático niega a los seres humanos el derecho a definirse en sus propios términos, de explicarse según sus propias categorías. Para el fanático sólo es válido las categorías del partido y por eso no existen seres independientes. Una vez que uno entra en la categoría de “enemigo” uno pasa a ser igual a los otros “enemigos”, por más extraños y diferentes que los otros sujetos sean respecto a uno. Al fanático no le importan las intenciones personales que uno tiene para no pensar como ellos, a él solo le importa catalogarnos en su forma tan atrofiada de percibir al mundo.
Por todo esto que he compartido con ustedes, quiero que nos ayuden a dejar al desnudo a los fanáticos, sobre todo a los intelectuales pangólicos y a los periodistas militantes de la MUD y el PSUV. Estos seres banalizan el mal que extermina a nuestra población, arruina nuestro territorio y envilece nuestras instituciones.
¿Cómo comenzamos a hacerlo? Primero pensemos en el objetivo de la MUD y del PSUV. ¿Cuál es el sacrosanto ideal que defienden? Podemos decir, basándonos en los hechos —y NO en las interpretaciones de sus acciones en los últimos 21 años—, que el objetivo de la MUD es volver a gobernar el país y preservar los privilegios obtenidos con el régimen; mientras que el objetivo del PSUV es el de conservar el poder y su sistema mafioso de obtención de privilegios. Es importante que resaltemos un rasgo en común que ambos tienen: el socialismo como pensamiento político. Todo lo que esté fuera de estos fines y este pensamiento político, es inevitablemente considerado como enemigo.
Los fanáticos venezolanos en su retórica de la prevaricación —con el permiso de Eco—, han definido sus propias categorías en contra de sus enemigos: nos llaman de radicales, guerreros del teclado, desesperados, fascistas, nazistas, la secta de divisionistas, los escuálidos, los que hacemos el juego al G2, y cualquier otro adjetivo ridículo que se me escapa mientras escribo esto. ¿No es casual que todos los que no estamos en la MUD-PSUV seamos catalogados de esta manera?
Estos fanáticos de la MUD-PSUV son tan extremistas en su fanatismo, que son capaces de pactar entre ellos para el logro de sus fines. Los crímenes de narcotráfico, lavado de dinero milbillonario, corrupción, extremismo islámico, el caso Odebrecht, el contrabando de oro, la minería ilegal y “otros crímenes que no sean de lesa humanidad”, son válidos que sean perdonados a través de la Ley de amnistía que proponen los “líderes políticos” de los fanáticos. Como la impunidad sirve para lograr sus fines políticos, entonces es bueno.
Tenemos que ser firmes ante esta forma tan decadente de existir. Las personas que tenemos valores sólidos, que tenemos educación de hogar y somos los que mantenemos con vida lo mejor de la cultura venezolana, somos los responsables de que estas personas tan dañinas pierdan todo su poder en la opinión pública. Por eso, identifique a estos fanáticos y enseñe a más gente a cómo identificarlos. Déjenlos de seguir en las redes sociales, dejen de escucharles y dejen de opinar sobre ellos, pues el peor castigo para un fanático de estos es la indiferencia. Haga la prueba.
Libertad o nada
Por @RoderickNavarro de @Rumbo_Libertad