El hecho de que 2019 haya sido el año de mayor avance para alcanzar la libertad en mucho tiempo hace que la caída en el círculo vicioso de los diálogos colaboracionistas sea más dolorosa.
Veinte años después, la dirigencia política representada en el Frente Amplio vuelve a apaciguar la presión al régimen de Nicolás Maduro a través de negociaciones, esta vez en Noruega.
La tragedia, más allá de la estafa de siempre, la da el contexto. Hoy, el gobierno legítimo de Juan Guaidó recupera embajadas en todo el mundo y goza con el respaldo de buena parte de la comunidad internacional.
Estados Unidos, Brasil y Colombia han puesto sobre la mesa la carta de la intervención por diversas razones, mientras que las sanciones mantienen bajo presión al partido comunista en el poder.
Y ahí, en ese escenario, mientras más de 50 delegaciones se retiran en organismos internacionales como la ONU cuando Jorge Arreaza se dispone a hablar, el Frente Amplio lo reconoce como delegado del régimen en los diálogos en Oslo.
Diálogos que, vale la pena recordar, fueron inicialmente negados categóricamente por el presidente Juan Guaidó poco antes de reconocer que sí existían.
Su engaño y traición al país pone en riesgo la transición y deja claro a los venezolanos, una vez más, que en libertad los representantes del Frente Amplio no pueden ser quienes asuman el poder.
El escenario, hoy por hoy, es condenable desde muchos puntos de vista:
1) Estados Unidos, país que encabeza la presión al régimen de Maduro, desconoce las intenciones de la negociación en Oslo y dejan clara su desconfianza.
En un comunicado, el Departamento de Estado expresó que diálogos anteriores han sido usados por el régimen venezolano para ganar tiempo. Enfatizaron que lo único que hay que negociar con Maduro son los términos de su salida -parafraseando a Maria Corina Machado-.
2) La administración de Juan Guaidó va a negociar sin establecer con claridad los planteamientos. Engañan al país al negar un diálogo que resultó ser cierto y se sientan bajo la misma posición de desventaja en la que se han sentado por 20 años.
El chavismo, protegido por regímenes poderosos como el de Rusia, no ha mostrado intenciones de abandonar el poder ni de doblegarse. En cada diálogo, su objetivo siempre alcanzado ha sido más tiempo para permanecer en el poder a cambio de cuotas mínimas de poder para la dirigencia opositora.
El canje de cargos por libertad, tan conocido ya por los venezolanos, probablemente ya se encuentra en marcha.
3) Juan Guaidó saca al mismo Parlamento que le dio el poder de la ecuación. La negociación nunca fue presentada en plenaria de la Asamblea Nacional, donde si han tenido tiempo para debates estériles que no pasan de saludos a la bandera.
4) El régimen de Maduro busca elecciones. Lo han dejado claro y ha sido su estrategia de siempre. No se sentarían a negociar si no pensaran que pueden, una vez más, lograr el apaciguamiento a través de procesos electorales donde ellos, una vez más, tengan control y participación.
Lo saben. Y aún así, están en Oslo. Una vez más, traicionaron al país.
Por: Vanessa Novoa