Yo soy Ateo, pero descubrí que los ángeles guardianes sí existen, y el ángel que conozco es Ateo, señores.
Voy con el cuento:
Yo vengo de una cuadra en la que todos éramos muy unidos. Los amigos con los que crecí en ella se convirtieron en mis mejores amigos.
Mis papás también hicieron muy buenas amistades con los padres de mis amigos, nuestros vecinos. Nosotros llegamos a la cuadra, la que yo llamé “La cuadra entera” porque mi papá se enamoró de un terrero y dijo: aquí construiremos nuestra casa; y así fue.
Nuestra casa fue por todos los años que viví en ella, la casa de La cuadra entera: todos tenían entrada libre. El terreno que compró mi papá y mi mamá para construir nuestra casa, estaba en nivel más alto que el resto de la cuadra, y nuestra casa era la más grande porque eran dos casas juntas: mis tíos y mis papá; así que la casa parecía una sola muy grande.
Nuestra casa es de dos pisos y desde la ventana del cuarto de mi papá se ve buena parte de la cuadra. Era desde ahí donde yo silbaba cuando quería que todos mis amigos nos uniéramos en la cuadra a hablar en la acera, a parrandear o a jugar fútbol.
Bueno, para hacer esta historia corta porque me puedo extender en experiencias que añoro, desde esa ventana del cuarto principal se ve el frente de todas las casas de mis amigos. Si miras desde ahí, sabes si el vecino está o no está, si va entrando, saliendo o lo que sea.
La entrada de la casa tiene una luz que mi papá y mi mamá solían dejar prendida por las noches cuando sabían que uno de nosotros estábamos por fuera (generalmente ese era yo). La dejaban prendida para que -cuando llegáramos- pudiésemos ver la reja y abrirla con facilidad y rapidez.
Supongo que antes de acostarse, mi papá o mi mamá hacían “inventario”: veían si faltaba alguno de nosotros y decidían si la luz quedaba encendida o apagada. Simple: se trataba de una “vaina de papás”, por llamarlo de alguna manera venezolana jeje.
Nuestra cuadra se fue quedando sola; yo despedí a cada uno de mis amigos y los vi partir, menos a uno porque antes de que él se fuera, yo salí corriendo para no ser yo el último. Recuerdo esas noches y todavía me da guayabo.
Y aquí viene el cuento de “el ángel guardián”, que es Ateo por cierto:
Resulta que hablando con mi Papá por teléfono, me dice que se consiguió a uno de nuestros vecinos y le dijo que se va del país en pocos días.
Paréntesis: mi papá está despidiendo a sus vecinos como yo a los míos.
Y en medio de la conversación, el vecino le dice a mi papá:
«Vecino, usted tiene ese frente de su casa muy oscuro. Vuelva a prender el bombillo que usted prendía afuera.»
Y mi papá le dice que fue que se quemó y se le ha olvidado cambiarlo. Que solo se acuerda en las noches.
Y mientras mi papá me está echando el cuento, me dice el porqué lo sigue dejando prendido aún cuando ya nosotros no estamos ahí ni vamos a llegar de madrugada. Y me lo dice con la preocupación de que tiene que resolverlo lo antes posible.
Resulta que en frente de nuestra casa vive Javier, el hijo de Juanita. Yo vi crecer a Javier; mucho menor que yo y es hijo de quien ayuda a los papás de uno de mis amigos con las cosas de la casa. Bueno, Javier siempre llega tarde del trabajo. Es un muchacho aún, no más de 20, creo. Y mi papá me dice:
«Yo veo a Javier llegar todas las noches en un taxi y espera a que le abran la reja porque no tiene llave. Me extraña que no tenga llave. Pero el taxi lo deja y apenas se baja, sale en carrera y ese muchacho queda solo en ese frente solitario. Bueno, hijo -me dice mi papá- yo dejo la luz de afuera prendida para Javier, para que no se quede a oscuras en la cuadra mientras le abren, y como ya sé a qué horas llega, pues yo lo miro desde la ventana para asegurarme que entra sano y salvo a su casa.»
A lo que yo le contesto a mi papá:
«Viste, Papá (este es mi papá @lperezv) tú y yo somos ateos, pero los ángeles guardianes sí existen. Tú eres el de Javier, porque cuando Javier está solo en esa puerta esperando a media noche, él ni sabe que tú lo estás cuidando.»
Y mi papá solo me respondió:
«Pues viéndolo así, hijo, tienes razón: los ángeles guardianes sí existen.»
Y así como mi papá @lperezv cuida a Javier sin que este lo sepa, imagínese cuantas historias así habrán en nuestra pobre y desolada Venezuela.
¡Fin!
Yo solo espero, Papáque tú, mi mamá, mi hermana y mi sobrino Eduardo, también tengan su ángel de la guarda mientras estamos en la distancia. Me angustia cuando no puedo estar seguro de si están bien.
Este fue un hilo que escribí en mi cuenta de Twitter @JoseMiguel_PG
Por: José Miguel