Venezuela está atravesando por un momento bastante oscuro, un momento que ha sacado lo peor de muchos, y debo hacer una mención especial en este caso a los medios de comunicación, los cuales han servido de brazo ejecutor de la tiranía bolivariana para mantenernos en zozobra. ¿Pero por qué han hecho esto?
Muchas veces pensamos que todo se reduce a una simple ley —la Ley Resorte— cuyo contenido se resume en la siguiente frase: «No hables mal del gobierno o éste podrá encontrar cualquier excusa legal para joderte». Pero la cuestión es muchísimo más compleja y tiene que ver con cómo entendemos la libertad de expresión.
Si saliéramos a las calles de Venezuela y le preguntáramos a cualquier persona: «¿Crees en la libertad de expresión?», lo más probable es que la respuesta casi siempre sea «sí», aunque conociendo al pensamiento único, podríamos decir que no sería una respuesta sincera o, mejor dicho, no sería una respuesta completa.
Lo que esa persona querría decirnos —y seguramente lo haría si le diésemos la oportunidad de dar una respuesta amplia— sería: «Sí creo en la libertad de expresión, pero las opiniones ofensivas deberían censurarse», y he allí el problema…
¿Qué es una opinión ofensiva? O, quizás, una mejor pregunta sería: «¿Cuál consideras tú que es una opinión ofensiva?» Podemos dar muchos ejemplos; sin embargo, es imposible que todo el mundo comparta la misma opinión o le convenga pensar lo mismo ante una interrogante como ésta. Es por eso que limitar la libertad de expresión en entornos privados, de los cuales la gente puede prescindir si no comparte normas (empresas, clubes, etc…), es algo natural y hasta cierto punto irrelevante. Lo delicado viene cuando esto nos lo quieren imponer como mandato a todos los ciudadanos a través de una ley; allí no habría forma de disentir.
Y eso es en esencia la Ley Resorte, un texto que expone todo lo que el Estado, en nombre de la corrección política, considera incorrecto decir en los medios. Tomando en cuenta esto, ¿hasta qué punto la propia gente ha sido cómplice de la Ley Resorte y de otras leyes que censuran nuestras opiniones al pensar ingenuamente que “la libertad de expresión está bien siempre y cuando no se utilice para insultar, difamar, ofender, mentir, crear rumores, incitar a la violencia…”?
En estos últimos días —cabe destacar que escribo este artículo a finales de abril de 2017— hemos vivido un black out informativo brutal del que muchos medios de comunicación han sido cómplices, y eso nos ha hecho recurrir a las redes sociales. Estas herramientas al ser óptimas en cuanto a inmediatez y comunicación masiva se refiere, hemos visto maximizados fenómenos perfectamente naturales como el rumor, lo que a su vez ha causado que muchos resientan de ellas como, si fueran las culpables de que nosotros mismos no nos preocupemos por consultar fuentes veraces a la hora de buscar información.
Veo a muchos renegando de las redes sociales y no se percatan de que lo que hacen es incitar a éste o a un futuro gobierno a que las intervenga como ya se ha hecho con los medios de comunicación convencionales, cosa que sería catastrófica. ¿Se imaginan que volvamos a vivir una crisis como la que estamos viviendo ahora y que tengamos que conformarnos con el Noticiero Venevisión o con Vladimir a la 1?
Por: Nixon Piñango.