La experimentación es la única forma de saciar la curiosidad, y en nuestra etapa de crecimiento, somos los más curiosos y lo hacemos sin miedo a lo desconocido. Aspiramos al crecimiento y desarrollo de nuestra persona y creemos en nuestras habilidades, así como también no nos frustramos de nuestros fracasos, todo lo contrario: aprendemos de ellos.
A medida que pasan los años nos volvemos miedosos y nos enseñan a buscar un punto de confort o de estatus dentro de nuestra sociedad, es decir, nos enseñan cómo adaptarnos en vez de enseñarnos a descubrir nuestras habilidades y talentos. Es más, me atrevo a decir que la mayoría de los adultos que he conocido no se conocen a sí mismos, pues vivimos en una sociedad donde las personas niegan el entendimiento de sus sentimientos y rechazan su capacidad de razonar para converger con los pensamientos de quienes los rodean y sentirse a gusto. Estas acciones son insanas para una persona, familia o sociedad, puesto que nos convierten en zombis que viven para los demás y no saben quiénes son; lo único que los separa de los demás es su numero de cédula de identidad.
A los niños se le inculcan valores sobre la religión o la patria, en vez de enseñarles a conocerse a sí mismo y entender sus emociones. Los padres inscriben a los niños en clases de catecismo para que aprendan sobre Dios cuando el niño no ha descubierto sus talentos y mucho menos los ha comenzado a desarrollar. ¿Qué tal si cada niño lleva en su interior los talentos de Picasso o Van Gohg o muy posiblemente un Neil Armstrong?
Cada ser humano es único y por ello hay que enseñarles desde muy pequeños a respetar las diferencias. Me atrevo decir que hay que enseñarles a sacarle provecho a las diferencias para que puedan desarrollar proyectos magníficos en sociedad con sus amigos, al combinar lo mejor y lo peor de cada uno.
Hay una sola forma de ser feliz y es siendo tú mismo, abriendo una cuenta de ahorros llamada filosofía que te permita tener los argumentos que te motiven a hacer lo que quieras y cada acción sea un gramo para vivir una vida plena. Muy pocas personas en el mundo tienen esa luz y cuando coincides con una de ellas, tiendes apreciarla y se genera un vinculo que puede durar toda vida brillando en forma de amistades. En el hinduismo saludan a quienes aprecian con un saludo peculiar, un saludo que hace referencia al radiante espíritu de ser tú mismo, de saber lo que haces y vivir para ti: le llaman Namasté.
En una sociedad donde se respetan las diferencias y se admira la superación personal -así como la creación de riqueza en vez de la redistribución- es una sociedad donde los ciudadanos pueden ver en su interior aquella luz que brilla y les dice a sí mismos y a quien escuche, quiénes son. Saber quién eres es lo que te diferencia de los demás y te hará feliz; por eso, en una Sociedad de Individuos libres se puede saludar con un simple Namasté.
Namasté: Reconozco una luz dentro de ti que ilumina tu camino; la reconozco porque yo también tengo esa luz.
Por: Héctor Girón | Foto: