Varios remezones políticos ha vivido Chile en los últimos meses. Muchos creen que nos encontramos frente a un paciente agonizante. A pesar de lo anterior, el paciente en su estado febril ha recibido varias dosis de transparencia política. Dichas dosis le han sido suministradas durante el primer semestre de este año de manera transversal y contundente. Las recomendaciones para poder obtener un buen diagnóstico y así poder encontrarnos con un paciente en condiciones saludables son claras: seguir destapando las relaciones ilegítimas entre dinero y política hasta las últimas consecuencias.
Las inyecciones de transparencia política con el correr de los meses han pasado sobre figuras políticas de peso, yendo desde el Senador Iván Moreira (UDI), hasta él hace muy poco ministro de la Secretaría general de la Presidencia Jorge Insunza (PPD).
Los medicamentos suministrados por las instituciones republicanas y promovidos por la opinión pública de Chile tienen como objeto principal la supresión de prácticas ilegítimas en torno al dinero y la política. El objetivo es claro, pues con las inyecciones se pretende que caigan los que tengan que caer en aras de la transparencia, la fe pública y el respeto hacia la ciudadanía.
Así las cosas, y entre tanto escándalo y situaciones ilegítimas ocurridas en Chile, las preguntas que se hacen los chilenos son las siguientes: ¿Estamos bien como país? ¿Cómo es posible que en Chile ocurran este tipo de situaciones y en otros países no? ¿Se salvará el paciente? No cabe la menor duda de que la opción más sensata es que este tipo de situaciones se sigan investigando, que dichas prácticas sean sancionadas, y que en lo concreto no vuelvan a repetirse.
A pesar de que algunos sostengan el separar a rajatabla el dinero de la política -pues los empresarios per se serían los principales causantes de esta enfermedad- aquel diagnóstico es demasiado extremista. El financiamiento a las campañas políticas y el interés de los empresarios en el actuar de los políticos siempre va a existir y el querer desmoronar el mundo privado, aumentando con ello a su vez el mundo estatal, agravaría la enfermedad. En este sentido, para que Chile obtenga mejoras considerables como paciente la receta requiere de una regulación institucional normativa contundente y transparente a la hora de tratar este tipo de relaciones.
A pesar de lo que muchos alarmistas sostengan, el cuadro febril no es tan grave, aún hay esperanzas de que el paciente se recupere, gracias a la cultura institucional que tiene inmerso en sí –desde la vuelta a la democracia- y que se refleja en conductas como la libertad de prensa, opinión pública con voz clara y contundente, y un poder judicial independiente y competente. Dichas características son las que han sacado a flote este tipo de disfunciones políticas a las que nos estamos refiriendo. Se concluye de lo anterior que en Chile la consolidación como Estado de Derecho y democracia liberal, han permitido detectar a tiempo y poner contrapeso a este tipo de enfermedades.
La calamidad política con la que algunos miran el clima institucional chileno de la realidad política actual no es sino parte de un proceso normal de saneamiento intrínseco de su sistema republicano, proceso que va acompañado de los valores democráticos que –a pesar de verse disminuidos en los últimos años con la escasa participación electoral y la pérdida de confianza en los partidos políticos- aún están arraigados en su cultura cívica y que por suerte, siguen sosteniendo hasta el momento como nación.
Ya se quisieran este tipo de inyecciones de transparencia política algunas de sus naciones latinoamericanas hermanas, las que al autodenominarse democracias populares no hacen sino instaurar un clima de constante confusión institucional entre el bien común y los intereses de sus propios gobernantes, desatendiendo y reprimiendo a las voces disidentes de la ciudadanía, haciendo que quien maneje a su entera discreción la relación entre dinero y política sea el caudillo de turno, lo que a fin de cuentas ha desencadenado a lo largo de los años en un cuadro febril insostenible.
Volviendo a la realidad de nuestro paciente “Chile”, y a pesar del aprovechamiento político que algunos puedan buscar con el suministro de estas inyecciones de transparencia política, lo que sí es claro, es que sus instituciones – a veces con algún contratiempo- han seguido al pie de la letra la receta y no han hecho oídos sordos a la opinión pública, por lo que a pesar de lo que muchos pretendan, cada día que pasa es más posible obtener un diagnóstico favorable basado en la transparencia, la fe pública y el respeto hacia la ciudadanía.
Por: Alvaro Massardo | Foto: cientochenta.cl