Al elegir sus metas (los valores específicos que busca obtener y/o mantener), lo que guía a un hombre racional son sus pensamientos (a través del proceso de raciocinio), y no sus sentimientos o deseos. No considera a los deseos como factores primarios irreductibles, como lo que está dado, lo que se halla irremediablemente destinado a perseguir. No considera que el «porque yo lo quiero» o «porque así lo siento» sea causa y validación suficiente de sus acciones. Elige y/o identifica a sus deseos a través de un proceso de razonamiento, y no actúa para realizar un deseo hasta que, y a menos que, se considere racionalmente para validarlo dentro del pleno contexto de su conocimiento, y de sus otros valores y metas. No actúa hasta que está capacitado para decir: «Yo lo quiero porque es lo correcto».
La virtud del egoísmo – Ayn Rand
¿Actuar por impulso o hacerlo basados en un proceso de pensamiento racional? Hay quienes, sin ninguna diferencia con los animales, consideran válido tomar decisiones y justificarlas sobre la base de sus emociones e impulsos. Son los ignorantes emocionales, que por la flojera intelectual derivada del reto que significa pensar y no querer hacerlo, prefieren conducir su vida con acciones avaladas por lo que sienten.
Pero los sentimientos no son más que meros impulsos, que normalmente son efímeros y no necesariamente son correctos. Un asesino puede sentir el deseo de asesinar a su víctima; su emoción se lo dicta pero no por eso es correcto. Si un asesino se detiene a pensar en las consecuencias de sus acciones, en el daño que está causando y en el hecho de que no le gustaría que le hicieran lo mismo a él, la decisión sería distinta pues estaría apelando a la razón sobre sus antojos.
Las emociones, bien lo dijo Ayn Rand: no son herramientas de cognición. Para tomar decisiones, la facultad racional es la que debe prevalecer.
Por: José Miguel | Foto: Elvin