Skip to content

La deuda pública explicada de forma simple

Compartir en facebook
Facebook
Compartir en twitter
Twitter
Compartir en whatsapp
WhatsApp

Imagina por un momento que, en tu familia, papá y mamá te dieron todo lo que quisiste en la vida: una casa grande, juguetes caros, aparatos electrónicos, vacaciones de lujo, autos deportivos, escuelas privadas, universidad, entretenimiento, diversión, etc.

Nunca te preguntaste si papá y mamá ganaban suficiente dinero. Solo veías que todo estaba a tu disposición, y ellos nunca hablaron de sus finanzas. Algunos días se veían relajados, otros preocupados… lo normal en una familia. Así que nunca tuviste que cuestionar absolutamente nada.

Pero había una realidad detrás:

Tus padres estaban ganando menos dinero del que necesitaban para sostener la vida que tú recibías. Y aunque ellos lo sabían, cada vez que el dinero no alcanzaba, iban al banco y pedían un préstamo, o sacaban una nueva tarjeta de crédito para cubrir la diferencia.

Tus padres tenían buenas intenciones. Para ellos, aunque la deuda creciera año tras año, era una “inversión” en sus hijos. Creían que algún día serían lo suficientemente exitosos —profesional y económicamente— como para pagar esa deuda y, aun así, “estar bien” financieramente.

El tiempo pasa, y papá y mamá ya no están —ley de vida. Los hijos ahora tienen sus propias familias… y las facturas de aquellas tarjetas de crédito comienzan a llegarles a cada uno de ellos. Porque nada en este mundo es gratis, por más que algunos quieran hacernos creer lo contrario.

Los hijos repitieron el hábito de papá y mamá en sus propias familias, con las mismas buenas intenciones. Todos han seguido endeudándose con la idea de que sus hijos “estarán mejor en el futuro”. Pero ahora no solo cargan con la deuda que ellos mismos han contraído para mantener a sus propias familias, sino que también les ha llegado la factura de todos esos años de lujos que sus padres les dieron. Porque papá y mamá ya no están… y alguien tiene que pagar.

Así funciona la deuda pública.

Cada nueva administración gasta más de lo que recauda en impuestos; es decir, tiene más gastos que ingresos. Pero los políticos saben que no estarán en el poder cuando llegue la factura de esa deuda, así que piden prestado “en nombre del bienestar público”.

La forma en que funciona la deuda pública es esta: el gobierno emite Bonos del Tesoro, que no son más que promesas de pago a futuro. Esos bonos los compran bancos, gobiernos extranjeros e incluso la Reserva Federal. Es deuda… que se hereda de generación en generación.

Quizás tú y yo no lo notamos, porque estamos ocupados viviendo el día a día y disfrutando de los supuestos “beneficios” del Estado de Bienestar. Pero cada día, nuestro dinero vale menos, producto de la inflación. Los gobiernos también suben los impuestos para compensar la diferencia. Nuestros ahorros pierden poder de compra, la economía se estanca y las oportunidades se reducen. Todo se vuelve más difícil.

Cada día, los dólares que ganamos —producto de nuestro tiempo, esfuerzo y conocimiento— compran menos que el día anterior. Literalmente, los gobiernos están tirando a la basura el recurso más valioso que tenemos los seres humanos, y del cual no podemos comprar más: nuestro tiempo.

Pero no solo el gobierno es responsable de esto. Cada persona que exige cosas “gratis” al Estado no está pidiendo un regalo sin costo, sino satisfacer un capricho hoy para que lo paguen sus hijos —y los hijos de otros— en el futuro. Están pidiendo que el Estado se endeude aún más, y como los políticos no serán quienes paguen la cuenta, simplemente complacen estos caprichos… endeudando a las nuevas generaciones.

Los políticos cuentan con grandes equipos que estudian el comportamiento humano. Saben que el ciudadano promedio está dispuesto a sacrificar su futuro —y el de otros— a cambio de placer momentáneo y recompensas de corto plazo. Los sistemas democráticos tienen esta debilidad: cada 4, 5 o 6 años llega otro al poder y “asume la deuda”… contrayendo nuevas.

Solo en intereses, el gobierno de Estados Unidos ya paga 1 billón de dólares cada año. Ese dinero no se destina a más carreteras, servicios, salud o seguridad. Tampoco significa nuevas escuelas ni hospitales. Es dinero que se va al pasado… a cubrir deudas anteriores.

¿Por qué debería preocuparnos? Porque todos los días decimos que “el costo de vida está muy caro”, que “no podemos comprar lo que necesitamos” o que “el capitalismo no funciona”. Pero han sido las políticas públicas de izquierda —apoyadas por grandes grupos de presión— las que han impulsado la exigencia de cosas “gratis”, a cambio de más inflación, más impuestos, más deuda, menos libertad… y generaciones más pobres.

Cierro con esto:

No es casualidad que, cada día, todo lo que ofrece el gobierno sea más caro, mientras que lo que ofrece la iniciativa privada se vuelve más accesible. Salud, educación, dinero, protección… cada cosa que le pedimos al gobierno que nos dé “gratis” es una cuenta más que se suma a la deuda pública. Sí, los políticos son los responsables de “raspar” la tarjeta. Pero cuando alguien se cree con el derecho de recibir todo eso a cambio de nada, en realidad le está pidiendo al Estado que le cumpla un capricho hoy… cargado a las tarjetas de crédito de sus propios hijos —y de los hijos de otros.

 

Jose Miguel

Jose Miguel

Antes de conquistar el poder, debemos conquistar los medios, por eso fundé esta revista y no un movimiento estudiantil. Esta es mi cuenta de 𝕏 @jpgechele

¿Te gustó este artículo? ¡Compártelo!

Compartir en facebook
Facebook
Compartir en twitter
Twitter
Compartir en whatsapp
WhatsApp

Revista tu email una vez te suscribas

Revista tu email una vez te suscribas