Si bien es cierto que la buena educación es uno de los motores principales que conducen a un país hacia el desarrollo, el mundo casi en su totalidad está dispuesto a sacrificar la calidad de la educación por la gratuidad. La razón por la que se clama en algunos países por “educación pública gratuita” es evidentemente por el hecho de no tener que pagar por ella, pero no porque la educación pública sea de mejor calidad que la privada.
Además, suele decirse que el Estado es el único con la capacidad de construir grandes cantidades de escuelas y universidades, como si eso fuese cierto o como si la calidad de una educación dependiera del número de instituciones construidas. Siendo sensatos, ¿Puede ser justa y de calidad una educación que no es libre? Pongamos un ejemplo.
Imaginemos un Estado que se declara abiertamente católico y promueva esta religión para sus ciudadanos. Puede decidir impartir educación inspirada en las ideas y valores del catolicismo. ¿Qué opción tendrá un evangélico, un cristiano protestante o un ateo si desea educación pero no comparte las ideas católicas? Ninguna, simplemente estará injustamente en desventaja.
Pero la justicia no es lo único importante dentro de la educación, también lo es la calidad de la misma, y esta dependerá de los valores y principios que se promueven en sus aulas porque son estos los que determinan el comportamiento de los ciudadanos. ¿Crees que puede ser de calidad una educación cuyos valores y principios son impuestos por el Estado?
El riesgo más grande que se corre en un sistema cuyo Estado ejerce el monopolio de la educación es que nunca esa educación podrá ser libre e independiente. No puede existir tal cosa como “autonomía universitaria” si el Estado es quien decide qué se enseña y cuántos recursos se invierten en educación.
En un país donde el Estado mantiene monopolio sobre la educación, la educación privada no podrá ser más económica que la pública porque está en desventaja. La educación pública se subsidia mientras que la privada debe regirse por la ley de oferta y demanda. Además, los ciudadanos quedan a merced de un sistema que deja las puertas abiertas para que un gobierno totalitario utilice su control sobre la educación para adoctrinar a la sociedad, como ocurre en Cuba y Venezuela.
Esperar que la educación impartida por el Estado sea de calidad sin tener que pagar por ella lo que vale, es igual a esperar tener el carro de tus sueños si estás pretendiendo que papá y mamá sean quienes paguen por él y no tú.
Cuando una sociedad le entrega al Estado el poder sobre la educación, no puede esperar recibir los conocimientos que quiere. Nada es más sabroso que tener la posibilidad de elegir entre distintas opciones y poder decidir la que más nos conviene como si se tratara de distintas marcas de un mismo producto, y eso solo puede ocurrir en un país donde la educación sea libre y no dependa de un ministerio que imponga sus lineamientos, ni mucho menos, que asigne los recursos.
¿Quieres educación libre y de calidad? Deja de pedirle al Estado que te la garantice, porque lo hará a su conveniencia.
Por: José Miguel | Foto: Bill Erickson