Algunos dirán que la opinión que estoy por emitir sobre el periodismo, es consecuencia de la penosa situación que se vive en Venezuela con todos los medios de comunicación de rodillas y con sus pantallas, micrófonos y portadas transmitiendo el famoso “aquí no pasa nada”; pero no me extrañaría en lo absoluto que lectores de otros países vean en estas palabras, verdades.
La terrible idea que yace en el principio “darle a la gente lo que quiere” es precisamente la causa de que el periodismo hoy día no sea sino una expresión más de corrupción e inmoralidad. Si nos preguntamos ¿Cuál es la ética de un periodista? Generalizando solo podremos responder que es el silencio a conveniencia. Si preguntamos ¿Con qué está comprometido un periodista? Solo podremos responder que con el poder. Y si nos preguntamos ¿Qué puede esperar la gente de un periodista? Diremos, lo que sea.
George Orwell lo define de manera impecable, en el prólogo de su libro Rebelión en la granja:
“Si los editores y directores de los periódicos se esfuerzan en eludir ciertos temas no es por miedo a una denuncia: es porque le temen a la opinión pública. La cobardía intelectual es el peor enemigo al que han de hacer frente periodistas y escritores en general.”
¿Qué pretendo con esta crítica al periodismo tradicional? Sin duda que es, tocar la conciencia del periodista que aún conserva la suya, aunque esté empolvada. ¿Cuántas veces has callado una verdad o consentido una mentira? Sé que por tu cabeza pasan números pero no logras definir uno, porque la costumbre habrá hecho que te parezca normal.
De todas esas veces que habrán señalado a alguno de tus compañeros por decir una verdad o por descubrir una mentira; de todas las veces que tú has dejado de opinar por miedo al qué dirán. ¿Cómo te sientes por las noches cuando ese juez del que nadie escapa, aunque haya sido algo chiquitico te dice que actuaste mal?
Siempre han dicho que el periodismo debe ser imparcial, pero ante la verdad y la mentira, la imparcialidad no es más que complicidad con el mal. Han dicho orgullosamente que su trabajo es narrar la noticia y no opinar, pero cuando esa noticia se debate entre lo que está bien y lo que está mal, ¿De qué lado te pones al no opinar?
No soy periodista y en estos términos no lo quisiera ser jamás, pero en lugar de un millón de periodistas tradicionales tendría más valor uno solo que sea radical. Radical con la verdad y sin ceder ante la mentira, ni por presiones del poder y mucho menos guiado por lo que le guste a la mayoría. Si limitas tu inteligencia a decir solo lo que al poder le conviene, eso te hace inmoral; y si lo haces para gustar a la opinión pública, ¿No es eso cobardía intelectual?
Por: José Miguel | Foto: Ahmad Hammoud