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“Cada vez que se encuentre usted del lado de la mayoría, es tiempo de hacer una pausa y reflexionar” Mark Twain.
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Existe una errónea pero generalizada idea de que la voluntad y opinión de las mayorías es sagrada. El mundo actual está diseñado de tal forma que al individuo le resulte mejor y más fácil ser una pieza más del engranaje global, si este se resiste entonces el sistema buscará invisibilizarlo y aplastarlo.
La historia está repleta de casos donde las violaciones y atropellos a los derechos individuales se cometieron en nombre del bienestar de las mayorías o de lo que era popular en la época. Recordemos cómo las masas aclamaban a Hitler durante sus mítines y como en la actualidad, después de millones de muertos en su haber, el socialismo tiene defensores en el mundo. Ir en contra de la opinión pública y lo popular resulta agotador y en algunos casos es peligroso.
Para salir de la dictadura de pensamiento único es fundamental cultivar el saber, el primer paso para despertar. Tomar la pastilla roja.
Sin conocimiento es muy fácil dejarse seducir por fantasías revolucionarias que proponen -sin ningún tipo de sentido común- traer el paraíso a la tierra. ¡Spoiler alert! Ya han demostrado como termina: esclavitud y genocidio.
El conocimiento, la razón y la lógica marcan la diferencia. Un individuo superior y autosuficiente no quiere cambiar el sistema sino alejarse de este, por ello busca influir en otros individuos con ideas; en cambio, un revolucionario incendiario desea destruir todo a su paso y aplicar sus fantasías distópicas mediante la fuerza. Sí, para salir del sistema colectivista es necesario el conocimiento, pero no es suficiente.
También para salirnos del sistema hay que realizar un proceso introspectivo. Aprender a cuestionar todo, a tener sentido crítico y a hacernos preguntas importantes. Para salir del sistema debemos priorizar nuestra voz interior (la consciencia, lo espiritual, Dios) sobre el ruido exterior (lo popular, lo impuesto por la propaganda, los medios de comunicación y los gobiernos). La diferencia más grande entre ambas es que nuestra voz interior pocas veces falla, mientras que el ruido exterior tiende al error y a convertirse en tiranía.
Se trata de rebeldía. A diferencia del revolucionario hipócrita que se queja del capitalismo por Twitter desde su iPhone, el hombre superior actúa en consecuencia con lo cree. En términos más prácticos podemos salirnos del sistema dejando de reaccionar de acuerdo a las pautas de conducta de las mayorías.
Salirnos del sistema es no doblar las rodillas porque “Black Lives Matter”; es restarle importancia al color de piel; es no usar una bandera multicolor para decirle al mundo que tus preferencias sexuales están por encima de tu valor como persona; es no sentir culpa por ser heterosexual, ni orgullo por no serlo; es no creer en las intenciones de los políticos.
Salirnos del sistema es -también- no obedecer leyes antinaturales que los gobiernos intentan imponer; es quitarse la mascarilla; es estar con las personas que amas, aunque los “expertos” digan que no debes visitarlos; es no colocarte una vacuna experimental si no quieres y tampoco a tu familia; es dejar de consumir contenido adoctrinador y contenido basura en materia de entretenimiento; es dejar de ahorrar nuestro dinero en los bancos y buscar alternativas; también implica alejar nuestro bolsillo lo más posible de las manos de los políticos y del Estado; es dejar de seguir los medios de comunicación tradicionales y a las figuras que nos venden como importantes; es cuidar de nuestras familias; es no dejarle la educación nuestros hijos a los burócratas.
Lo anteriormente mencionado son solo algunos de los aspectos de la vida que podemos tomar en cuenta, pero existen muchos más. La clave está en usar el sentido común, la razón y el conocimiento. Ir contra el sistema colectivista es respetar el proyecto de vida de cada individuo. Es respetar el derecho a la vida, la libertad y la propiedad.
En conclusión, ir contra el sistema es ser libertario.