Ver este artículo en Youtube aquí
Triste realidad la que se vive en Venezuela, pero más triste la que está por venir. Hay que aceptarlo, porque la aceptación es el primer paso para un gran cambio, cuando la gente quiere cambiar.
En este ex-país, que en su mejor momento llegó a ser el más rico de Latinoamérica, por allá en 1947, hoy día solo se habla de escasez, inflación, inseguridad y miseria por mencionar algunas. Venezuela no era un país del que te quisieras ir, al menos eso cuentan nuestros padres y abuelos; los venezolanos de aquel entonces se daban el lujo de disfrutar sus vacaciones en el exterior sin restricciones y sin la penosa idea de quedarse como inmigrantes ilegales.
Pero hoy día la situación es otra, totalmente contraria. En 2014 y a pesar de las dificultades para la adquisición de divisas y el cese de funciones de aerolíneas internacionales en esta tierra olvidada y empobrecida, aquí se vivió el éxodo venezolano. ¿Quién no va a pensar en irse de la República Bolivariana cuando en cualquier otro país del mundo hay más seguridad y oportunidades que aquí?
Hasta ese que algunos llaman “vicepresidente” Jorge Arreaza, pero que en lo personal considero el funcionario más peligroso y corrupto del chavismo, tuvo que admitir aunque con otras palabras, la fuga de cerebros que ha sufrido el país.
Maiquetía se ha convertido en la sede de las despedidas más tristes, con los abrazos de quienes no se quieren separar, las lágrimas de quienes no se quieren ir y las miradas que insinúan que no se verán nunca más. Obligados a abandonar familias, amigos, olvidarse de sus carreras para ir en busca de «cualquier cosa» porque todo por fuera está mejor que aquí, miles de venezolanos emprendieron un viaje que hasta ahora es sin retorno.
Navidades en soledad, visitas mensuales a la oficina de migración, extrañar el amor de familia, la comida de casa y no sentir el abrazo de un ser querido nunca más son algunas de las penas que se traga el venezolano en el exterior mientras se dice a sí mismo que “es por una mejor vida” que no pudo tener en el país que nació y creció.
El socialismo llegó al punto del no retorno en Venezuela. Se radicalizó el fracasado y parasitario modelo cubano que ha mantenido a esa pobre isla en el inframundo por más de 50 años y que ha hecho lo mismo con Venezuela durante 15 años, mientras los peores ciudadanos del país se dan lujos que no merecen a través del saqueo de fondos públicos gracias a los privilegios que ellos mismos se otorgan en su condición de funcionarios.
Toda esta desgracia se sostiene sobre la tristeza de aquellos que se fueron porque tenían que irse más no porque se querían ir, de quienes se han quedado pero que pronto decidirán que también se tienen que ir y de aquellos que se quedarán aquí para siempre porque no tienen cómo ni para donde salir.
En el 2014 los venezolanos emigraron pero en el 2015 tendrán que huir. Huir de la profundización de un sistema económico que no sabe nada de economía, de un sistema político que solo beneficia a quienes practican la politiquería, de un país de seudo-emprendedores y empresarios que viven y se enriquecen de favores, de un zoológico donde el gobierno está en manos de los más peligrosos animales y de una tierra sin esperanza donde todo aquel que permanezca más tiempo se acostumbrará a esta desgraciada forma de vivir.
Esa Venezuela de antaño fue un país de oportunidades y si se vislumbrara más libre mercado y menos gobierno, una mejor Venezuela estaría por venir; pero esta tierra con todo su potencial sin ser explotado está quedando en el abandono porque los buenos se fueron y otros tendremos que huir.
Por: José Miguel | Foto: Only J